Sobre la Coca, de Sigmund Freud

A lo largo de su prolífica carrera como investigador Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, elaboró algunas de las teorías más fascinantes en relación con el subconsciente, la libertad y el sexo. Muchas de sus teorías han sido matizadas o refutadas posteriormente, pero no parece justo decir que el complejo de Edipo y Electra, la envidia del pene o el sometimiento del ego a las fuerzas subconscientes son, como afirman sus detractores más enconados, simplemente los desvaríos de un hombre que ha esnifado una inmensa raya de cocaína. Cierto, a lo largo de su vida Freud usó y abusó de la sustancia, pero desacreditar su obra por ello sería como desacreditar los poemas de Baudelaire por estar escritos bajo los efectos del hachís.

En la época en que Freud ponía los cimientos del psicoanálisis, la cocaína era una sustancia de libre consumo en Europa, aunque demasiado cara para llegar al gran público, pero que él podía conseguir gratis gracias a su condición de médico y buena relación con los laboratorios farmacéuticos. La cocaína fomentó el trabajo de Freud y él le devolvió el favor fomentando su conocimiento y aceptación en Europa, gracias al éxito de su libro Sobre la coca, en el cual expuso su punto de vista sobre la droga. Como Las confesiones de un comedor de opio inglés de Thomas de Quincey, es un clásico de la literatura de drogas, escrito desde la propia experiencia.

Si hay una persona que se puede considerar responsable por la eclosión de la cocaína como droga recreacional, ese es Freud

Dominic Streatfeild, en su libro Cocaine: An unauthorized biography

Después de leer Sobre la coca, la declaración de Dominic Streatfeild parece un tanto exagerada, pues si bien es cierto que Freud se expresó en términos elogiosos sobre las maravillosas propiedades de la sustancia, siempre lo hizo desde la moderación y desde un perspectiva médica, para incrementar la capacidad de trabajo, curar desordenes digestivos, aumentar el vigor sexual, etcétera. Freud no previó los estragos que causaría la cocaína y no se le puede culpar por ello, pues a finales del siglo XIX nadie podía predecir la deriva que la droga adquiriría con los cambios económicos y sociales que se produjeron en la segunda mitad del siglo XX.

Freud conoció la cocaína a través de la Therapeutic Gazette, publicación propiedad de un tal Parke-Davis, curiosamente relacionado con Pfizer, quien acabó financiando las investigaciones de Freud, que por entonces tenía 28 años y trabajaba de asistente de laboratorio en la Universidad de Viena, al objeto de promocionar sus preparados de cocaína. Merck, otra farmacéutica rival, también envió muestras de su mercancía a Freud. Ante tanta muestra de generosidad, a nadie extrañará que Freud acabara desarrollando una relación especial con el producto.

Fredud, aproximadamente a la edad en que empezó a consumir cocaína, una adicción que lo acompañaría durante muchos años y marcaría profundamente su obra

Por esa época, Freud se esforzaba por encontrar un campo de investigación que diera fama a su nombre dentro de la comunidad científica. Después de un par de éxitos menores con la elaboración de un método para decolorar tejido nervioso y un ensayo sobre la localización de los testículos de las anguilas -un misterio científico de la época-, Freud consideró que estudiar las aplicaciones terapéuticas de la cocaína sería su billete a la gloria científica, algo que unas décadas antes había intentado el Dr. Moreau con el hachís y el Club des Hachichins. El primer envío de muestras de cocaína, procedente de la Farmacia Angel, llegó a su laboratorio en abril de 1884 e inmediatamente empezó a investigar con la sustancia, en sí mismo, en pacientes y amigos.

Posteriormente, en una carta datada poco después de empezar sus investigaciones, Freud declaró que había empezado a tomar coca, no como parte de sus investigaciones, sino para combatir problemas de depresión e indigestión, y con los resultados más brillantes. Sean cuales fueran las razones reales, se rindió inmediatamente a los efectos físicos y psíquicos de la droga.

Siento una gran excitación, una euforia febril y duradera

Freud, despues de tomar coca por primera vez

Un año después publicó Sobre la coca. En este breve ensayo, escrito en el estilo frío y preciso propio del investigador, indagó en los orígenes de la sustancia, para lo cual dirigió su atención hacia las regiones andinas de Sudamérica, donde mascar hojas de coca era una costumbre milenaria vinculada a los cultos religiosos, la práctica del amor y la supervivencia. En Sobre la coca el enfoque histórico se mezcla con el científico y de los usos que los nativos hacían de ella y del asombro y admiración que despertó entre los conquistadores españoles se pasa a describir su azaroso aterrizaje en Europa, donde en 1855 Friedrich Gaedacke sintetizó su compuesto activo por primera vez y lo denominó erythroxylon, aunque poco después todo el mundo lo conocería por el mismo nombre con que se conoce hoy: Cocaína.

Aunque Freud utiliza ambos términos libremente, para mí este es el gran logro del libro, describir la transición de la hoja de coca a la cocaína. Así, de forma indirecta, el libro nos muestra la destrucción de la sabiduría ancestral en la relación con la naturales por el conocimiento moderno, que detrás de sus logros, no es más que una forma de ignorancia, acaso la peor de todas. Con todos sus medios técnicos las farmacéuticas fueron capaces de extraer el alma de la planta, la cocaína, pero no de comprender su esencia y así la panacea que fomentaba la vida en las laderas de los andes se convirtió en un veneno que erosionaría los cimientos de la sociedad y se llevaría por el sumidero miles de vidas.

Sobre la coca, un clásico de la literatura sobre drogas

Sobre la coca es un intento honesto de presentar el potencial de la planta a los europeos, pero está escrito sólo un año después de iniciar sus experimentos y peca falta de experiencia. Me parece digno de mención -y he constatado esto en mí mismo y en otros investigadores que fueron capaces de juzgar tales aspectos- que una primera dosis, o incluso que repetidas dosis de coca, no producen un deseo compulsivo de seguir tomando el estimulante; al contrario, uno experimenta cierta aversión inmotivada en relación con la sustancia. Una descripción que poco o nada tiene que ver con las desesperadas llamadas a sus camellos a las cinco de la madrugada de una parte de la sociedad que busca desesperadamente estímulos. Freud nunca anticipó los potenciales usos recreativos de la droga y quizás no se le pueda culpar por ello, porque no fueron las drogas, sino el desarrollo económico de la segunda mitad del siglo XX el que facilitó la aparición de una sociedad recreativa, que encontró en las drogas su juguete preferido.

A diferencia de Hitler, el führer de las drogas, quizás Freud nunca experimentó el poderoso síndrome de abstinencia que podía generar la cocaína, simplemente porque nunca acabó los generosos suministros de las farmacéuticas. Quizás Freud siempre tuvo una dosis a mano para eliminar el mono. Si uno trabaja con intensidad bajo los efectos de la coca, después de entre tres y cinco horas se produce un descenso del sentimiento de bienestar, y es necesaria otra dosis de coca para eliminar la fatiga.

Entusiasmado por las propiedades de las hojas de coca, Freud empezó a mandar muestras a sus colegas, citando sus aplicaciones potenciales como tónico mental, tratamiento para el asma, desordenes alimentario, cura para la adicción a la morfina y el alcohol y como afrodisíaco, en este último sentido, hay quien se pregunta si el interés de Freud con los fetiches sexuales no se originaría durante un maratón de onanismo de cuatro horas alimentado por la cocaína.

El alto concepto que Freud tenía de la cocaína empezó a tambalearse cuando se la recomendó a Ernst von Fleischl-Marxow, un fisiólogo que tomaba morfina para el dolor crónico que sufría a causa de una lesión en el pulgar que se produjo mientras diseccionaba un cadáver. En lugar de poner freno a su adicción, Fleischl-Marxow añadió un nuevo ingrediente a su cóctel químico personal y pronto se encontró gastando 6000 marcos al mes en drogas. Fleischl-Marxow murió siete años después, a los 45 años de edad.

En cualquier caso era cuestión de tiempo que Freud descubriera la otra cara de la moneda. Freud que llevaba dentro una fuerte inclinación a las adicciones como revela su adicción al tabaco, que no dejó ni cuando le golpeó el cáncer, siguió consumiendo cantidades inmensas de cocaína en nombre de la ciencia, en polvos e inyecciones subcutáneas. Adoraba el sentimiento que le producía la droga y, como todos los adictos, ignoró los signos de que estaba pasando de ser su amo a su esclavo.

El descubrimiento de que la cocaína le hacía hablar sin parar de sus pensamientos reprimidos, así que se convirtió en una parte integral de lo que llamaría la cura del habla y una herramienta imprescindible para que Freud se convirtiera en el explorador del subconsciente. En 1895 estaba tan enganchado a la cocaína que empezó a experimentar agudos dolores de corazón, depresión y dificultades de concentración. Su nariz estaba tan congestionada que requirió una cirugía para abrirle una agujero en sus fosas nasales que facilitara la respiración.

Me veo a mí mismo como un muñeco de nieve, con una zanahoria de nariz, en mitad de un campo cubierto de prístina nieve, la cual se derrite de repente, y entonces se me cae nariz y me quedo con un sentimiento de profundo vacío

Según la interpretación de Freud de este sueño personal, la nariz simboliza el pene. Pero considerando su adicción quizás otra interpretación sería más precisa

Aún así se negó a ver la realidad y, pese a los estragos que estaba causando en su salud, Freud continuó recomendando la cocaína a amigos y pacientes. En el momento culminante de su adicción, tuvo dificultades para tratar la histeria de una paciente llamada Emma Eckstein. Después de infructuosos meses de psicoterapia, Freud empezó a preguntarse si los síntomas de la paciente serían físicos, en lugar de psicológicos. A continuación requirió la opinión de Wilhelm Fliess, otro colega médico adicto a la cocaína.

Previamente el doctor Fliess había publicado un ensayo titulado La relación entre la nariz y los órganos sexuales femeninos, en el cual afirmaba que la nariz era una microcosmos dentro del cuerpo y que cualquier dolencia podía ser tratada encontrando su correspondiente lugar dentro de la nariz. Queda abierto a la interpretación de cada cual si fue el consumo masivo de cocaína lo que indujo a Fliess semejantes ideas con respecto a las funciones de la nariz, lo que se sabe es que convenció a Freud para operar a la paciente. Eckstein quedó desfigurada de por vida y en el quirófano contrajo una infección que casi le costó la vida.

Freud, pese a sus muchas addiciones tuvo una vida considerablemente larga para la época

Semanas después, Freud anotó un sueño personal, en el que un ensangrentado doctor Eckstein le echaba en cara su negligencia durante una fiesta en la que estaba presente la flor y nata de Viena. No hace falta haber estudiado La interpretación de los sueños para darse cuenta de que los remordimientos de Freud estaban saliendo a la luz en sus sueños. Poco después, en octubre de 1896, coincidiendo con la muerte de su padre, Freud afirmó que había dejado la cocaína para siempre.

De acuerdo con la mayoría de sus biógrafos, durante el resto de su vida Freud se mantuvo alejado de la cocaína. Pero nunca escribió sobre el lado oscuro de la cocaína ni consideró necesario revisar la entusiasmada visión de la droga que reflejó en Sobre la coca. Irónicamente, parece ser que el padre del psicoanálisis, un método desarrollado para explorar en el subconsciente y sacar a la superficie nuestros deseos ocultos, prefirió reprimir ese aspecto negativo de su vida.

Publicado por Miguel A. Álvarez

Miguel A. Álvarez, escritor, traductor y redactor. Su primera novela, Vida de perros, ganó el I premio Corcel Negro de Literatura. Su cuento Verano del 88 ha sido distinguido con la mención de honor en el 66º Premio Internacional a la Palabra 2019. Su cuento Balbodán ha sido finalista del XIX Concurso Cuento sobre Ruedas 2019. Escribe en las revistas Quimera y Descubrir la Historia y colabora con los magazines Letralia, Revista de Historia y Maldita Cultura.

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